En noviembre pasado, en los primeros días de la apertura de temporada, estuvimos con mi amigo Nelson Cotrado paseando y comiendo un asado en un camping cercano a la cabecera sur del Parque Nacional Los Alerces cuyos fondos dan al río Desaguadero. Bello lugar donde soñar despierto y sentirse dichoso y privilegiado de contemplar las maravillas de la naturaleza, tan cercanas y tan reales.
Mientras se hacían las brasas lo recorrimos un trecho, por supuesto caña en mano y con la intención de pescar alguna trucha, pero sus aguas estaban demasiado turbias, no pescamos nada. En ese momento me hice la idea de que ese pequeño cauce solo podía albergar truchas chicas y muy poca agua en el verano.
En diciembre volví a pescar por la zona y en su desembocadura sobre el lago Futalaufquen hicimos en dos horas la mejor pesca (en cantidad de truchas medianas) de toda la estadía. Aun recuerdo el día, habíamos estado desde la mañana pescando en Bahía Rosales y la Quebrada del León, hermosos lugares y la sugerencia de gran pesca, lamentablemente ese día las truchas estaban remisas y solo 3 capturas quebraron la monotonía de los diversos intentos, del cambio de moscas, líneas y estilos. Así que decidimos cambiar de lugar, era nuestro último día y no queríamos volvernos a Buenos Aires con una derrota. La pesca en su pequeña boca, fue excelente, como ya dije.
Hace pocos días, a principios de marzo volví una vez más a esta querida provincia de Chubut, la idea principal era pescar en Río Pico tal como en diciembre pero las adversas condiciones climáticas nos hicieron cambiar de destino y otra vez pusimos rumbo al Parque Nacional Los Aleces, al pasar cerca del Desaguadero, mis compañeros de aventuras quisieron parar en el camping y por supuesto no me negué aunque pensé inmediatamente que este río estaría muy bajo y sin truchas de interés.
Armé una caña para línea #5 ya que era lo más chico que había llevado, como dije antes, la idea era pescar cinco días en Río Pico. Línea de flote y un par de cajas de ninfas pequeñas y secas y a caminar.
Desde el principio me propuse caminarlo, conocer el río y buscar posibles lugares para una eventual vuelta en la próxima apertura y tener la suerte de encontrarlo limpio y cristalino. Sin embargo al poco rato me di cuenta de mi error, de haberlo prejuzgado sin conocerlo y una hermosa arco iris de más de un kilo de peso, se asustó y se hundió en las profundidades del primer pozón que encontré. Un buen rato me llevó comprender que no iba a tomar ninguna de mis moscas, el lugar era chico y mi presencia la asustó demasiado. Me alejé pensando en que quizás no fuera la única y que otros lugares similares podrían albergar similares peces, renovada mi ilusión, seguí caminando.
Aproximadamente un kilómetro aguas abajo me encontré con una amplia curva del río y una pared de varios metros de altura formada por la erosión del agua, inmediatamente comprendí que era un excelente lugar. Dada mi posición era difícil ver las truchas pero un rise importante confirmó mis sospechas y luego de evaluar la corriente, la curva y la distancia coloqué una ninfa de mayfly, probablemente mi ninfa favorita: la hare's ear y dos veces, en tiros consecutivos pude observar como una trucha importante siguió la mosca en su deriva sin atreverse a tomarla. Mis varios tiros posteriores, sin lograr motivarla me convencieron de dejar descansar el lugar e intentarlo nuevamente a la vuelta.
Seguí caminando por un largo trecho, otros dos kilómetros o más, un tanto cansado y desilusionado ya que no encontraba nuevos lugares con la suficiente agua como para albergar truchas importantes. Había decidido seguir no más allá de otros quinientos metros cuando de pronto me encuentro con un gran pozón luego de una curva cerrada, me acerqué sigilosamente y pude observar con alegría que allí se encontraban varias truchas de buen tamaño (algunas superaban largamente el kilogramo de peso). Excelente lugar y peces pero había un problema, el lado indicado para intentar pescarlas era de la otra margen del río, la contraria a la que yo estaba, eso no sería un inconveniente para alguien con waders pero yo no los tenía, mi opinión previa del río me había jugado en contra y ahora que había encontrado truchas dignas de ser pescadas no podía llegar a ellas. Sin embargo la buena fortuna quiso que esta vez pudiera pescarlas y contarles esta historia para que a Uds. no les pase lo mismo, no prejuzguen un río patagónico sin conocerlo.
Buscando desesperadamente un lugar para cruzar el río sin mojarme demasiado me encontré con un puente a unos trescientos metros aguas abajo, no se con que objetivo, quizás alguien viva del otro lado o el mismo se utilice para cruzar ganado, lo cierto es que estaba ahí, no podía creer en mi buena suerte. Lo crucé con cuidado porque había varias tablas rotas y las que estaban sanas no me daba la impresión de estar en mejores condiciones, sin embargo resistió perfectamente mi peso y sin perder tiempo me dirigí hacia el lugar donde las truchas de buen tamaño me esperaban.
Había observado que las más grandes se encontraban a mayor profundidad y otras más pequeñas casi en la superficie así que no dude y coloqué una ninfa apenas lastrada, quería capturar alguna de las grandes y lo mejor que se me ocurrió en ese momento fue una atractora: una wooly worm en anzuelo #12, era lo más grande que tenía en mis dos cajas de moscas, también puse un tippet largo, solo disponía de la línea de flote y necesitaba lograr algo de profundidad. Me coloqué aguas abajo del pozón y caminé entrando al agua y mojando mis zapatillas, medias y pies, logré un buen ángulo y lance pasándome del pozo unos pocos metros, esperé que profundizara y comencé a traccionar lentamente, el pique me sorprendió, fue como que alguien hubiera sostenido mi línea desde la mosca y tirara de ella hacia abajo, comencé a trabajarla con el freno y la caña bien parada, el tippet era del 0.16 y no era cosa de perderla por apresurado. Cuando finalmente llegó a mis pies y pude ponerle la caña al lado para fotografiarla no cabía en mi de la alegría, solo una cosa pasaba por mi mente en eso momento. que equivocado estaba con este río.
Al poco rato comenzó una buena actividad en superficie, observé una eclosión de caddis y me coloqué distinto, pasé el pozón caminando aguas arriba y desde una pequeña entrada de piedras coloqué una seca imitando lo mejor posible el tamaño y color de los insecto de volaban por toda la zona, al segundo tiro obtuve mi segunda trucha, estaba un poco lastimada de ambos lados, algo raro, le faltaban las escamas, no supe determinar que le había pasado pero lo importante es que tanto su pelea como la posterior devolución me demostraron que se encontraba en excelente estado de salud.
Volvía hacia el camping con el espíritu y el cuerpo renovados, como si volviera a la infancia y corriera a contarle a mi viejo sobre mis hazañas con las mojarritas, al pasar por la curva de pared erosionada recordé el lugar que había dejado descansar y me apresté a probar suerte nuevamente, en ese momento llegó Horacio y me sacó la foto con la arco iris que obtuve en el primer intento que realicé, era más chica de lo que yo creía recordar o no tomó la que siguió dos veces mi mosca una hora antes, lo cierto es que mi suerte seguía intacta, hasta le indiqué a mi amigo el lugar exacto donde debía arrojar su mosca para obtener otra buena captura, lo filmé mientras se producía toda la secuencia de la pelea, lamentablemente se le fue cuando extendió el copo para capturarla.
De regreso al camping seguía pidiéndole perdón al río y hoy un mes después de los hechos relatados me decidí a escribir esta historia, mezcla de anécdota y desagravio.